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DEVOCIONALES

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Encuentro maravilloso

Duración 369 días

Encuentro maravilloso
“... Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro)” (Leer Juan 20:10-16).
Lecturas adicionales: Salmos 34:18; Isaías 43:1; Oseas 6:2-3; Marcos 16:9-11; Juan 10:2-3.

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Hay un contraste entre los discípulos y María. “Y volvieron los discípulos a los suyos. Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro” (vv. 10-11).

María Magdalena era una persona que buscaba a Dios, quería estar cerca de Jesús.

El que busca a Dios recibe la revelación de Dios. También tiene la oportunidad de ser escuchada por Dios: “Y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto” (vv. 12-13).

Un buscador de Dios entra a la mismísima presencia de Dios aunque no esté consciente de su presencia: “Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré”.

Dios es personal, Él nos llama por nombre. Su tono al llamarnos es tan particular, que cuando lo escuchamos, inmediatamente reconocemos Quién está ante nosotros: ¡es Él!: “Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni!”

Cuando María responde al llamado amoroso de Jesús, ella lo llama ¡Raboni! Esta palabra es un superlativo. Ella le dice “el Maestro de maestros, el único, el más excelente”.

Cuando reconocemos a Dios, su compañerismo y presencia, lo adoramos con familiaridad, pero con sumo respecto y reverencia.

Él ha prometido: "he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén" (Mateo 28:20b).
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