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DEVOCIONALES

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Ácido clorhídrico

Estudio del libro de Génesis

Duración 233 días

Ácido clorhídrico
“Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo; y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca” (Génesis 26:34-35).
Lecturas adicionales: Proverbios 4:23; Lucas 4:18-19; Génesis 49:22-24; Proverbios 17:22

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Amargura es una reacción ante la acción dañina de una persona contra otra, ya sea real o imaginaria. Cuando alguien nos hace daño, nuestra reacción de no perdonar se conoce como amargura.

La amargura es un espíritu de falta de perdón, que no podemos sanar por nosotros mismos. No la cura el tiempo, ni la distancia, ni el hecho de ignorarla. Sólo Dios la puede sanar. Él es el único que puede limpiar nuestro corazón. La amargura es un ácido que corroe nuestro espíritu, nos daña desde adentro, pronto contamina a los que están más cerca de nosotros; y finalmente produce la muerte espiritual, dañando aun a nuestras familias, iglesias, y amistades.

Miremos algunos conceptos bíblicos en cuanto a la amargura:
La amargura no viene de nosotros mismos: las nueras de Isaac y Rebeca fueron de amargura para ellos (Génesis 26:34-35).
La amargura contamina a todos los que están cerca nuestro: “Mirad bien, no sea... que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:15).

La amargura detiene la gracia de Dios para mí mismo y para otros: “no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios” (Hebreos 12:15). La amargura nos hace presos de nosotros mismos y nos coloca a expensas de la maldad: “porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás” (Hechos 8:23).

La buena noticia es que no necesitamos vivir así. Confesemos a Dios en arrepentimiento nuestra amargura y pidamos perdón. Padre nuestro que estás en los cielos, confieso mi pecado de amargura. Perdóname, líbrame, límpiame, sáname en el poderoso nombre de nuestro Salvador Jesucristo.
 
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