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DEVOCIONALES

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Peleando contra Dios

Estudio del libro de Génesis

Duración 233 días

Peleando contra Dios
“Entonces Faraón envió, y he aquí que del ganado de los hijos de Israel no había muerto uno. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir al pueblo... Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no los oyó, como Jehová lo había dicho a Moisés” (Éxodo 9:7, 12).
Lecturas adicionales: Deuteronomio 28:1-3ss; 28:15ss; Isaías 45:9; Efesios 5:8.

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Lecciones sobre la desobediencia de Faraón:
- La plaga en el ganado: Dios no toca al ganado de su pueblo, por la obediencia de Moisés y Aarón: “Nada muera de todo lo de los hijos de Israel” (v. 4b). Creo que tanto el pueblo de Dios como los egipcios se asombraron en ese día del poder de Dios. Parece que solo Faraón no podía ver que estaba peleando contra la Roca.

- La terquedad de Faraón daña todas las familias egipcias: “y murió todo el ganado de Egipto” (v. 6b). “La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día” (Isaías 2:11). El orgullo, el pecado y la desobediencia siempre traerán sufrimiento y muerte a nuestra vida. Y lo triste es que no solo nos afecta a nosotros, sino a las personas que amamos y con las que nos relacionamos a diario.

- La plaga de úlceras: Ahora es el pueblo quien sufre en forma directa, debido a la terquedad del Faraón, hasta los hechiceros desaparecieron delante de Moisés: “porque hubo sarpullido en los hechiceros y en todos los egipcios” (Éxodo 9:11b).

- Dios sigue gobernando y Faraón cree que gobierna: “Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no los oyó, como Jehová lo había dicho a Moisés” (v. 12). “No saben ni entienden; porque cerrados están sus ojos para no ver, y su corazón para no entender” (Isaías 44:18).

“Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Efesios 5:6).

Hoy oro para que dejemos la terquedad espiritual. Si Dios está hablando y, una y otra vez, nos ha confirmado su presencia, no dudemos más, y ¡obedezcámosle!
 
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