Según indica este pasaje, Juan, aunque era primo hermano de Jesús, no lo conocía personalmente.
Juan sabía cuál era su misión. La conocía por su profunda e íntima experiencia con el Padre y por el conocimiento extenso de las Escrituras hebreas. Sabía que Dios lo había enviado “a bautizar con agua”.
La relación de Juan con Dios era tal que había escuchado direcciones de Él con los más mínimos detalles: “sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es”.
Juan conocía íntimamente al Espíritu Santo. El discernimiento de Juan era agudo, pues: “Vi al Espíritu que descendía del cielo”. Él no tenía margen de error en cuanto a saber quién era el Espíritu Santo.
El Padre le reveló a una persona como usted y como yo, a Juan el Bautista, cuál era la misión de Él, y cuál era la misión de Jesús: “Ése es el que bautiza con el Espíritu Santo”. Juan sabía que su rol de bautizar con agua, era un testimonio externo de la necesidad de un bautismo interno, el de ser bautizado con el Espíritu Santo. Supo que solo Jesús puede bautizar con el Espíritu Santo.
Juan testificó de quién era Jesús: “Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.
Juan el Bautista era un hombre de fe. Visualmente no había conocido a Jesús, pero tenía la esperanza de conocerlo al haber escuchado la voz clara de Dios y de las Escrituras. Hoy nosotros como Juan el Bautista, podemos ver con los ojos de la fe y oír con los oídos prestos la Palabra de Dios, sabiendo que Jesús, quien bautiza con el Espíritu Santo es real y que Él cumplirá su misión en nuestra vida.