Cuando una persona es transformada por el poder del evangelio se convierte inmediatamente en un testimonio viviente de la gracia y misericordia de Dios.
Andrés es una persona que escuchó el mensaje (“uno de los dos que habían oído a Juan”). Lo aceptó y siguió a Jesús.
Inmediatamente fue y buscó a la persona más cercana (“éste halló primero a su hermano Simón”).
El testimonio de Andrés es sencillo. Comenta su experiencia y la de su compañero: “Hemos hallado al Mesías”. Él encontró al Libertador de libertadores. Ese era su testimonio, era verdaderamente libre. Libre del pecado y libre para poder hacer la voluntad del Padre en su vida.
Pero allí no terminó su testimonio, Andrés trajo a Pedro a Jesús. Le presentó al Libertador, al Salvador. ¡Ese es el primer paso sencillo que se requiere de todo cristiano!
Roguemos a Dios para que no perdamos ese primer amor que es el que nos impulsa anunciar a toda persona las Buenas Nuevas.
Pidamos para que Dios nos dé su sentir, amor, compasión y urgencia por los perdidos para anunciarles las grandes maravillas que Dios ha hecho en nuestra vida.
No necesitamos planes complicados para eso. Sólo necesitamos amar verdaderamente a los que están cerca de nosotros y demostrarles el amor de nuestro Salvador Jesucristo.
Aunque para nosotros es natural y obvio, hay mucha gente a nuestro alrededor que no saben de que existe un Dios que los ama y que los quiere bendecir.